quinta-feira, 5 de junho de 2008

Esperanza Futura y Vida Presente

“Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser. Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es”

1 Jn 3.2

En el texto anterior (3.1) vimos la primera dimensión del amor de Dios para con nosotros: somos amados por el Padre que nos recibe como hijos suyo. Ahora, al leer el segundo verso nos damos cuenta que el amor del Padre y el hecho de ser sus hijos es la base sólida para lo que habremos de ser. Así, en este texto (3.2), el apóstol nos habla del futuro de los hijos amados de Dios, un futuro que llegará en base a la obra de Dios en nuestra vida hoy. Eso hace con que la esperanza que tenemos en lo que recibiremos de Dios en el futuro es una esperanza concreta.

El futuro que aguardamos como hijos amados de Dios nos llegará con la manifestación final de Cristo en su segunda venida cuando entonces lo conoceremos en totalidad, puesto que lo veremos sin el velo del pecado que ahora nos limita e impide de verle en su plenitud divina y humana. “Seremos semejantes a él” dice el apóstol. Claro está que no nos convertiremos en dioses o en cristos, no recibiremos de su naturaleza divina. Antes, seguiremos siendo seres humanos, pero hombres y mujeres que viviremos completamente alejados de nuestros pecados y en completa relación con el Padre y con Cristo.

Esta esperanza futura, además de basarse en la realidad presente del amor de Dios que nos recibe como hijos suyo, también interfiere en la forma como vivimos el presente y nos relacionamos con las personas hoy. Sin una concreta esperanza, nuestra vida hoy perdería significado y buscaría su sentido en elementos que nos aleja de Dios. Este texto, por tanto, nos hace pensar seriamente en vivir el presente a la luz de la esperanza en la acción futura de Dios en nuestra vida y en el mundo. ¡Busquemos juntos esa viva esperanza!

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