quarta-feira, 30 de janeiro de 2008

Madurando el Conocimiento de Dios

“Os escribo… porque…”

1 Jn 2.12-14

(3ª parte)

El apóstol Juan se dirige a los que están empezando en la vida cristiana, a los hijos queridos que han conocido al Padre y por eso sus pecados han sido perdonados. Escribe en seguida a los jóvenes porque han vencido el maligno y la maldad que hay en sus corazones y porque son cristianos que ya están maduros en su fe y misión.

Ahora, se dedica a escribir a los padres. A estos les considera que viven ya una cierta madurez en su fe, porque han conocido al que es desde el principio. No dice que conocen a Dios sino que al que es desde el principio. Ya no es necesario ni al menos mencionar que se refiere a Dios, ni llamarle Padre (como hizo cuando mencionó a los hijos), porque éstos cristianos conocen a Dios y conviven con él de forma intensa y profunda.

Madurar nuestro conocimiento de Dios es una experiencia en la que uno crece cada día, se trata de una relación que se basa en la confianza y obediencia que rendimos a Dios como fruto de una larga metamorfosis de nuestra vida a la luz de la Palabra. En este sentido, nuestra relación constante con la Palabra de Dios nos hace ultrapasar la frontera de siempre ver a Dios como el que nos acude cuando le necesitamos y perdonando día a día nuestros pecados (hijos) y pasamos a verle como el que es desde el principio. O sea, crecemos en nuestro conocimiento de la profundidad del carácter y de la persona de Dios. Ya no lo vemos solo como el Dios que nos acude hoy sino que como el Dios que a la vez es eterno y creador, que tiene toda la historia bajo su soberanía.

Claro está que necesitamos seguir creciendo en conocer y nos relacionar con el Dios eterno y creador, que nos conduce hacia si mismo en una profunda y renovada experiencia de vivir ya ahora la presencia de la eternidad en nosotros mismos. Para tanto, es fundamental que nos dediquemos al estudio humilde y serio de las Escrituras Sagradas.

¡Que Dios nos bendiga en nuestra caminata cristiana!

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